sábado, 5 de diciembre de 2009

El mate, un emblema de adhesión popular

Un ritual adaptado a las variadas costumbres regionales
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El hábito de matear traspasó el tiempo y las diferencias sociales y se convirtió en un hecho distintivo de los países del Plata.
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Está hoy en las casas y en los lugares de trabajo, compañero de charlas y de silencios, e impar símbolo criollo de amistad y hospitalidad. Hay mucho para contar sobre él.
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En el arte de la cebadura, por ejemplo, las reglas son variadas pero se pueden reconocer dos estilos clásicos: el "resero" o "tropero", en el que cada uno ceba y toma y pasa pava y mate al siguiente, y la cebadura "estrella", en la que el que ceba se sienta en el centro y reparte, aunque también toma.
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En cuanto al "mapa matero", en la Mesopotamia y Formosa hay mate de verano, tereré o mate helado, y mate de invierno cebado en "porongo".
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En el Chaco, el azúcar y la leche en lugar del agua son de buen gusto; en cambio los salteños se inclinan por el mate amargo mientras que en Santiago es costumbre tomarlo con miel.
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En La Rioja, Catamarca, San Luis y Córdoba será bien caliente, con azúcar y aromas de peperina, poleo, tala o menta y con cáscara de naranja o mandarina, en tanto que en la Pampa y la Patagonia se vuelve otra vez amargo.
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Y hay muchos tipos de mate: la originaria calabaza, el de palo santo (en Chaco y Formosa), el de caña (en el Noroeste) y el de calabaza forrada con piel de testículo de toro, frecuente en Chubut y en Uruguay.
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El mate cuenta con un vocabulario propio, pues "habla" y el asunto es comprender lo que dice.
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El mate amargo o "cimarrón" indica indiferencia; cuando quema se dice que "está pelando un chancho" y significa que el que ofrece arde de amor, pero si está frío se dirá que es "mate de hospital" y podrá entenderse como desprecio. ç
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Al que viene muy dulce los santiagueños le dicen "guarapo" o "mate misqui", y testimonia amistad.
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Con cáscaras de naranja se interpretará como "venga a buscarme" y, por el contrario, el mate tapado deberá entenderse como "búsquese otra"; el mate lavado equivale a "váyase a tomar a otro lugar"; con leche se entenderá como estima, el mate con café dirá que la ofensa está perdonada.
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También el mate tiene sus dichos:
al primer mate cebado se lo llama "el del zonzo" y al último "el del estribo".
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Si la bombilla se tapa será "mate trancao" mientras que si lo ceba uno tras otro la misma persona se dirá que al pobre "se le enciman los mates como mosquetes de loco".
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Ya sin cebada de por medio, si alguien promete algo y no lo cumple, le dirán que es como "el mate de las Morales", porque parece que esas mujeres se iban siempre en promesas.
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En fin, el mate hasta llegó a imbuirse de religiosidad.
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No hace mucho, en el Día de los Santos Mártires de Caaró fue entronizada en la Catedral de Buenos Aires la imagen del Santo del Mate, San Roque González de Santa Cruz, hijo del conquistador Bartolomé González, llegado con Pedro de Mendoza, quien nació en Asunción y ya adulto ingresó en la Compañía de Jesús.
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Muerto en 1628 fue canonizado por Juan Pablo II.
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El ceramista José María Lanús, autor de la imagen, se basó en un retrato que descubrió el padre Furlong en Córdoba, a comienzos del siglo XX, pero a diferencia de la tela que lo muestra con el corazón de Jesús en la mano, está con un matecito de plata.
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Por otra parte, se ha difundido últimamente una advocación de la Virgen como Nuestra Señora Gaucha del Mate, humilde paisanita que porta como atributos la pava y el mate, emblemas en este caso de la adhesión popular.
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Astor Fernández Aráoz
La Nacion